La presentación del polvorón suele ser o bien el típico con el papel de puntas enrolladas, conocido como “a moño” y el que viene cerrado en una especie de bolsita hermética, este último formato si cuenta con su propio ritual, apretarlo cómo si se tratara de papel burbuja hasta que haga ‘plof‘.
Un ritual con el que no están muy de acuerdo los fabricantes de polvorones y mantecados.
En líneas generales los que más saben de esto, es decir los que los fabrican para que cada año tengamos nuestra bandejita de polvorones en la mesa, parecen coincidir en que es mucho mejor quitarle el envoltorio y saborear el polvorón entero, tal y cómo explicaban en declaraciones a la Cadena Ser, Javier González, jefe de ventas de Mantecados E. Moreno, que explicaba que es muy habitual que la gente los estruje antes de comérselos, su consejo es no hacerlo pero disculpaba a los consumidores diciendo que “si tiene esa costumbre porque se lo ha visto a hacer a su madre, y su madre se lo ha visto a hacer a su abuela, pues que lo haga”.
De la misma opinión es Balbina Arias de la empresa El dulce nombre (Estepa), que llevan desde 1940 haciendo polvorones, que explicaba que “Cada uno que se lo coma como quiera, pero yo soy partidaria de no achuchar y disfrutar de su textura original bocado a bocado».
Eso sí, si la razón de aplastarlos es que no se desmorone porque al abrirlo se convierte en un montón de migas tendremos que sospechar de la calidad del producto, que probablemente lleve mucha harina para abaratar costes, aunque es bueno que se rompa un poco, ya que eso significa que tiene una cantidad adecuada de grano de almendra, cómo explican desde La estepeña.
A pesar de que la RAE define el polvorón cómo “Torta, comúnmente pequeña, de harina, manteca y azúcar, cocida en horno fuerte y que se deshace en polvo al comerla”.