
Muchos sienten que estar presentes en estas plataformas es casi una obligación para no quedarse atrás, para ser visibles, para formar parte de la conversación. Otros, en cambio, critican la presión constante de mostrarse perfecto, feliz y exitoso, y se preguntan si vale la pena el precio emocional de la sobreexposición digital.
Entre tendencias, reels virales y la búsqueda de aprobación constante, se debate: ¿existimos solo si tenemos presencia online?
Un reciente reportaje de La Ventana de Cadena SER repasaba los 15 años de Instagram junto a Phil González, uno de los grandes referentes de la red social en el mundo hispano. Para González, «es necesario» estar en las nuevas plataformas para no perder el pulso de las tendencias y seguir siendo visibles, tanto a nivel personal como profesional.
Reconoce que las redes son un lugar lleno de oportunidades. «La gente ha tenido bebés, ha encontrado trabajo o ha descubierto nuevas formas de conectar», explicaba. Sin embargo, advierte que las plataformas también generan ruido y saturación, y que quizá el futuro pase por redes más privadas y temáticas.
Su mensaje es claro: estar en redes hoy no es solo un capricho, sino casi una necesidad para seguir conectado con el mundo.
En medio de la presión por existir en redes, los artistas ponen voz a lo que muchos sentimos: la búsqueda de aprobación, el estrés de la sobreexposición y la importancia de vivir de manera auténtica, más allá de los ‘me gusta’ y seguidores.
Y Morat, con Valen Más, nos invita a detenernos y disfrutar de lo auténtico. Sus canciones nos recuerdan que no todo se mide en seguidores o en ‘me gusta’, sino en momentos y relaciones reales.
Mónica Naranjo, con Por un Like, critica la superficialidad de la vida online, donde todo se busca por un clic, un momento de notoriedad, un aumento de ego digital. Pablo Alborán, en Clickbait, va más allá y muestra la locura que hay detrás de la fama y la obsesión por los impactos, recordándonos que no todo lo que brilla en Instagram o TikTok es real.
Leiva, con Blancos Fáciles, reflexiona sobre la facilidad con la que nos dejamos influenciar en redes y cómo esto puede distorsionar nuestros valores. Lorena Gómez, en Ojo de Halcón, hace una feroz crítica a la saturación digital, mostrando que vivir conectados no siempre significa vivir mejor.
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