
Pero esto no determina cómo será la vida adulta. El estudio de El aislamiento social infantil y adolescente predice el ajuste psicosocial en la edad adulta, publicado en la revista Frontiers in Developmental Psychology, coincide en varios aspectos.
La ausencia de una «tribu infantil», ese círculo cercano de compañeros con los que se construyen vínculos y aprendizajes, puede traducirse en mayores dificultades para establecer raíces sociales en la adultez.
El estudio destaca que las personas que tuvieron pocos o ningún amigo durante su infancia suelen mostrar más inseguridad en la edad adulta, además de cierta dificultad para integrarse en grupos laborales o comunitarios. La explicación está en que durante los primeros años se desarrollan habilidades clave como la empatía, la cooperación o la gestión de emociones.
La falta de experiencias sociales tempranas pueden traducirse en mayores niveles de ansiedad en entornos nuevos, menor confianza para expresar opiniones y cierta resistencia a establecer vínculos profundos.
No obstante, los especialistas subrayan que el pasado no determina el futuro social. El cerebro es plástico y siempre se pueden aprender nuevas formas de relacionarse.
Hacer amigos en la universidad, en el trabajo o incluso en actividades de ocio puede convertirse en una segunda oportunidad para generar lazos sólidos, incluso más consientes y duraderos que los forjados en la infancia. Además, la madurez aporta herramientas emocionales que facilitan mantener relaciones equilibradas y enriquecedoras.