
Sabina, que inició su carrera discográfica en 1978 con ‘Inventario‘, alcanzó la fama poco después con ‘Hotel, dulce hotel’. Desde entonces, no solo ha publicado álbumes memorables y ofrecido giras multitudinarias, sino que ha convertido sus derechos de autor en una fuente clave de ingresos y crecimiento económico. A lo largo de cinco décadas de carrera, sus composiciones han sido interpretadas por él y por otros artistas, lo que le ha generado una sostenida rentabilidad gracias a los derechos de reproducción y distribución.
Su actividad empresarial está articulada en torno a varias sociedades, como Ultramarinos Finos S.L., Relatores S.L. y El pan de mis niñas S.L., a través de las cuales gestiona no solo sus derechos musicales y literarios, sino también el alquiler de inmuebles y otras actividades. Estas empresas no solo representan ingresos estables, sino que también actúan como plataformas para diversificar sus inversiones, algunas de ellas vinculadas al sector cultural.
En lo personal, Joaquín Sabina comparte su vida con Jimena Coronado, fotógrafa peruana con quien contrajo matrimonio en 2020 en una ceremonia íntima. Su entorno familiar también incluye a sus hijas, Carmela y Rocío, fruto de su relación con Isabel Oliart. Mientras Carmela ha seguido un camino creativo en el cine como productora, Rocío ha mantenido un perfil bajo, aunque se conoce su afinidad por la poesía.
A pesar de los problemas de salud que ha enfrentado (un infarto en 2001, diverticulitis en 2011 y una laringitis aguda en 2018), Sabina no ha considerado retirarse definitivamente. Aunque podría permitirse una vida sin sobresaltos financieros, el artista sigue encontrando en la música su razón de ser. La publicación de su disco ‘Contra todo pronóstico’ y su participación en giras recientes confirman que su vínculo con el público sigue tan vivo como siempre.
MÁS SOBRE: