
Una experiencia intensa fuera de la rutina saca a la luz estilos de vida, formas de pensar y maneras de organizar el tiempo que pueden chocar. Así le ocurrió a Marta, de 27 años. Según recoge El País, viajó con amigas para celebrar el fin de carrera. «Al principio teníamos muchas expectativas«, cuenta. Pero las fricciones aparecieron pronto. «Cada una éramos de un carácter diferente, y las rencillas no tardaron en surgir«.
Marta explica que la convivencia fue buena solo los primeros días. Después, el grupo se dividió. “Dejaron de venir al apartamento y no nos hablaban”. Aunque eran amigas cercanas en la universidad, no habían convivido nunca. El viaje marcó el final de esa relación.
La psicóloga Laura Fuster señala que los viajes implican “compartir mucho tiempo, en un entorno diferente, con una carga emocional alta”. Esto puede tensar la relación si no se habla con claridad. “Es importante comentar antes del viaje qué espera cada uno, qué necesita, y dónde están los límites”, recalca.
Otra psicóloga, Amparo Calandín recuerda que “la comunicación es el pegamento que nos une”. Si no se dicen las cosas a tiempo, los problemas se acumulan. Y después, es más difícil solucionarlos.
Marta lo resume así: “Ahí me di cuenta de que en un viaje te tienes que ir con personas con las que sabes que todo va a ir bien. Una pelea te puede arruinar la escapada”.
Pero no todos los casos acaban mal. Virginia, de 26 años, contó a El País que viajó con 20 personas en Nochevieja. “La experiencia fue bien. No hubo conflicto, pero era difícil conectar con todo el mundo”. Al año siguiente, el grupo se redujo a 13 personas. “Es normal. Cada uno tiene sus gustos”.
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