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La flor que desafía al fuego: las ‘quitameriendas’ brotan entre las cenizas como un signo de esperanza

Un recordatorio de que la vida siempre se abre paso

Noelia Bertol
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Quitameriendas
En los montes de León, Zamora y Galicia, donde el fuego arrasó miles de hectáreas este verano, la naturaleza comienza a dar señales de vida. Entre suelos carbonizados emergen las ‘quitameriendas’ (Colchicum montanum), unas flores de tonos lilas que, contra todo pronóstico, desafían la devastación y se convierten en símbolo de resiliencia.

Estas plantas propias de la península ibérica, poseen un mecanismo de supervivencia sorprendente: un bulbo subterráneo que permanece intacto bajo tierra mientras las llamas consumen la superficie. “Sobrevive al fuego gracias a un bulbo, como una pequeña cebolla, que se mantiene protegido bajo tierra”, explica Juan Andrés Oria, catedrático de micología en la Universidad de Valladolid, en declaraciones a RTVE. 

Incluso el calor y las cenizas actúan como catalizadores de su floración. “Parece que el propio incendio, con sus cenizas y su calor residual, estimula su floración”, añade este.

¿Por qué se llaman ‘quitameriendas’?

Getty

La aparición de estas flores no solo es un fenómeno botánico, sino también cultural. En las zonas de montaña, su florecimiento marcaba el final del verano y el inicio de la trashumancia. Su nombre, quitameriendas, proviene de la tradición de suprimir esa comida cuando los días se acortaban.

La flor aparece sin hojas, que no brotarán hasta el invierno, lo que le permite crecer sin competencia y aprovechar los nutrientes liberados por la combustión. Esta estrategia biológica convierte a la quitameriendas en una pionera de la regeneración vegetal tras los incendios.

Otras especies que se abren paso en la devastación

Pero esta planta no está sola. En los encinares, los troncos calcinados esconden raíces vivas que pronto rebrotan. Los pinos liberan sus semillas con el calor, y las jaras germinan en masa tras el fuego. Incluso la fauna se adapta: mariposas como la Charaxes jasius buscan el madroño recién brotado para depositar sus huevos, tal y como cuenta Oria.

A pesar de esta capacidad de recuperación, los expertos advierten que los incendios más intensos, cada vez más frecuentes por la crisis climática, dejan cicatrices profundas. El suelo pierde su capa fértil, los ríos se contaminan y muchas especies desaparecen: “La misma ceniza de un incendio puede servir como abono para algunas de ellas. De hecho, hay un conjunto de sustancias minerales que hace que puedan crecer ayudadas de las lluvias”.

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En este contexto, las quitameriendas se alzan como un recordatorio de que la vida puede abrirse paso incluso en los escenarios más sombríos. Su presencia entre la ceniza no solo anuncia el cambio de estación, sino también la posibilidad de renacer.

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