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La vida sentimental de Joaquín Sabina: marcada por canciones de amor y un nombre, Jimena

Con ella, el artista cambió bares de madrugada por cenas tranquilas

Lucía Villalba
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Joaquín Sabina
Si a Joaquín Sabina le dieran un euro por cada vez que ha cantado al amor imposible, probablemente podría comprarse una isla. Pero desde hace más de 20 años, su canción más importante no la ha escrito para el mundo, sino para Jimena Coronado, la mujer del flaco de Úbeda.

Su historia de amor arranca en Lima, diciembre de 1994. Jimena, fotógrafa de El Comercio, recibe el encargo de retratar al cantautor. Él le pregunta por sus planes después del trabajo. Aquella noche, como quien sigue el guion de una película, Sabina aparece en el bar donde ella estaba con amigas. Empiezan entonces años de citas con billetes de avión de por medio y agendas que no coincidían… hasta que, en 1999, todo cambió.

Sabina grababa 19 días y 500 noches cuando leyó una carta de Jimena en la que decía que ella ya no tenía novio. Lo contó él mismo en una entrevista con Juan José Millás: «La llamé inmediatamente y le dije, ‘Rubia, nos vamos a Venecia'». No acabaron en Venecia, sino en Ciudad de México, pero allí empezó todo.

Rosa de Lima, la canción que le dedicó Joaquín Sabina a Jimena Coronado

En las canciones de Joaquín Sabina hay muchas mujeres, reales o imaginarias. Pero en su tema Rosa de Lima hay una sola protagonista: Jimena Coronado.

En la canción hay versos como «Ser feliz con dos latas en la nevera y un gramo de esperanza en lista de espera», que parecen escritos para esa etapa de calma que Jimena trajo a su vida. 

La frase “Quererte bajo arresto domiciliario” encaja con lo que Sabina admitió en 2022 en El Hormiguero. Dijo que ahora lleva «una vida doméstica absoluta» y que Jimena le salvó la vida. 

La Jimena de la que habla en su canción Rosa de Lima no es solo musa. Con ella, Sabina cambió bares de madrugada por cenas tranquilas y aprendió que la rutina también puede tener su propia melodía.

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Hoy, el hombre que un día cantó que no quería «un amor civilizado» prefiere la certeza de que, a veces, la mejor historia de amor es la que se vive desde la más pura cotidianidad.

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