
Esta frase resume un giro fundamental en su actitud. No solo reconoce el desgaste del paso del tiempo en su trayectoria musical, sino también que la música que domina actualmente ya no es la suya.
El motivo principal es su nuevo documental Hasta que me quede sin voz, que retrata dos años de su vida con una honestidad poco habitual vista en otros audiovisuales. Leiva explica que no fue él quien decidió el proyecto, sino que «unos amigos que llevaban detrás de él» lo llevaron adelante y él se dejó grabar.
«Yo estuve muchos años escurriéndome, y en un momento dado me pillaron con la guardia baja y se pusieron a rodar, pero no es que yo decidiera ‘ahora es el momento’, sino que me cazaron con la guardia baja y llevaron a cabo el plan que llevaban años ahí queriendo trazar«, explicaba.
Una de las revelaciones más impactantes es el problema en una cuerda vocal que surgió hace cuatro años, que le obliga a operarse periódicamente y limitar su número de conciertos. «Tengo una lesión en una cuerda vocal que no es reversible y soy cantante. Entonces yo me tengo que andar operando cada vez que salgo de gira. Me obstaculiza mucho mi vida y mi profesión«.
Este hecho no solo condiciona su presente, también le ha empujado a modificar su manera de crear música: «Creo que me ha hecho tener más compromiso con los textos, fíjate lo que te digo. Porque tengo menos posibilidades melódicas que antes».
Al mismo tiempo, Leiva asume con madurez lo que significa «no pertenecer» del todo al ritmo actual del pop, rock y música urbana. «Creo que hay espacio para todos y a la vista está que la gente sigue interesada por las canciones… Pero sí que me siento despistado con lo que tiene que ver con la velocidad de consumo y con la velocidad voraz de los tiempos en general«.
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