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‘Mirar obras’ se ha convertido en una labor para un pueblo italiano: los jubilados que lo practican tienen su propia actividad organizada por el Ayuntamiento de Barcelona

Estos “observadores voluntarios” no actúan como simples curiosos, sino que reciben asignaciones concretas

Lucía Villalba
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Jubilados
Una de las imágenes más reconocibles del paisaje urbano español es la de jubilados observando atentamente las obras públicas. Esta práctica ha sido siempre vista como una forma espontánea de pasar el tiempo. Pero ahora ha cobrado un nuevo significado en varias ciudades europeas. En Italia, concretamente en la localidad de Villasanta, esta actividad se ha convertido en una verdadera labor cívica. Al mismo tiempo, en Barcelona, el fenómeno ha sido objeto de estudio y debate como parte del programa cultural de la ciudad.
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La actividad “Mirar obras: la otra arquitectura espectáculo”, organizada por Ergosfera y enmarcada en las Semanas de Arquitectura 2024, reflexionó sobre esta práctica tan común entre los jubilados. A través de talleres y debates públicos, el evento buscó comprender el papel no oficial pero significativo que estos observadores urbanos desempeñan en la vida de las ciudades. Lo que tradicionalmente se ha considerado un pasatiempo inofensivo ha sido reinterpretado como una forma de implicación ciudadana y lectura cotidiana del entorno construido.

El pueblo italiano que alza la figura de los jubilados mirando las obras

En Italia, la figura del ‘umarell’ (término popularizado en Bolonia para referirse a los jubilados que observan obras mientras dan consejos no solicitados) ha alcanzado un estatus casi institucional. En Villasanta, un municipio del norte del país, el alcalde Lorenzo Galli ha decidido canalizar esa atención e interés en una iniciativa formal. Allí, un grupo de jubilados colabora con el Ayuntamiento supervisando obras públicas, identificando baches, problemas de iluminación o zonas verdes descuidadas.

Estos “observadores voluntarios” no actúan como simples curiosos, sino que reciben asignaciones concretas y organizan turnos para cubrir diferentes zonas de la localidad. Entre ellos se encuentra Roberto Cremona, exconcejal de 69 años, que junto a seis compañeros forma parte de este peculiar equipo. La iniciativa, además de implicar a los mayores en el cuidado de su ciudad, también busca mantener a raya a los ‘umarells’ no oficiales, cuya intromisión, según los trabajadores, puede resultar molesta.

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La experiencia de Villasanta y el análisis realizado en Barcelona coinciden en algo. Detrás de la aparente pasividad de “mirar obras” se esconde una labor por la ciudadanía no reconocida.

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