
En una reciente conversación con la agencia EFE, el joven habló con sinceridad sobre los retos que se le presentan en los próximos meses y sobre el papel fundamental que sus padres desempeñan en su vida. Consciente de la inevitable comparación con su padre, referente histórico del balonmano nacional, Pablo reconoció: “Sé que la gente va a compararme con lo bueno que era mi padre, pero yo prefiero pensar en lo mío, mejorar como jugador y ver hasta dónde puedo llegar. No me gusta que me comparen, pero entiendo que se haga”.
El apoyo de Iñaki Urdangarin ha sido constante. “Siempre lo tengo ahí a mi lado, siempre; en cada entreno, cada partido, y me ayuda muchísimo”, señaló. Y reconoció que no siente inseguridades cuando le comparan con su padre: “Eso ya se me fue hace mucho tiempo, ahora lo tengo más como una ayuda”.
Con la vista puesta en los próximos meses, Pablo se muestra ilusionado: “Este año queremos mejorarlo en todos los aspectos y es lo que vamos a intentar hacer”. El joven vive un momento personal de estabilidad junto a su novia, Johanna Zott, estudiante de Administración y Dirección de Empresas. Residente en Granollers, ella se ha convertido en un apoyo fundamental, y no es raro verla junto a la infanta Cristina mientras animan al jugador desde la grada.
El sueño de debutar con los Hispanos, como lo hizo su padre, es una meta que Pablo mantiene: “Ojalá. Yo creo que cualquier jugador quiere jugar en la selección, pero eso, yo paso a paso”. De momento, su progresión es más que evidente. El pasado verano debutó con la selección universitaria en el Mundial de Antequera, donde fue elegido MVP en su primer partido y acabó como máximo goleador del torneo.
MÁS SOBRE: