
Un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology titulado Listening Niches across a Century of Popular Music revela que la transformación de nuestros gustos musicales está estrechamente ligada a factores psicológicos, sociales y biológicos.
Otras investigaciones proponen que nuestros gustos evolucionan en función de las etapas vitales. En la juventud predomina la búsqueda de la identidad y pertenencia, por lo que la música suele estar asociada a grupos sociales y momentos compartidos.
Con la adultez, en cambio, tendemos a priorizar canciones que transmiten calma o nos conectan con experiencias significativas del pasado.
Nuestros gustos no solo reflejan la música de la juventud, también lo que descubrimos y disfrutamos en el día a día, adaptándose a nuestro entorno de inmediato.
Es común redescubrir canciones de etapas pasadas y volver a conectarse con emociones antiguas, combinando nostalgia y nuevos descubrimientos musicales.
Más allá de los cambios de tendencia o moda, la música funciona como un espejo de la memoria. Cada etapa de la vida imprime su huella en los gustos musicales, que no desaparecen, si no se transforman. Nuestros gustos tienden a expandirse, integrando nuevos estilos sin perder los que nos marcaron antes.