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Amor y desamor: juntos sí, pero no revueltos ¡Te damos las claves!

Juani Femenia

El amor y el desamor, sentimientos encontrados y tan opuestos, que actúan de forma muy distinta en nuestro estado de ánimo. El desamor, porque es responsable de la frustración y del sufrimiento en quien lo padece; y en el lado contrario, el amor correspondido, entendido éste como el elixir de la felicidad y uno de los mejores tratamientos conocidos para rejuvenecer tanto en el aspecto físico como emocional. Porque refuerza la autoestima en quien se siente bien para subir un escalón más, y porque devuelve las ganas de intentarlo de nuevo a quien por la razón que sea, no ha conseguido levantar cabeza desde el último encuentro sentimental. Dentro de la familia de allegados a las emociones, a su vez, se pueden ver afectados, de muy buen grado y con altas dosis de optimismo, el trabajo, las relaciones sociales (tanto familiares como amistosas), y sobre todo, la disposición surgida del propio optimismo para conseguir objetivos planificados, cuando existe un propósito en el tiempo y una sucesiva lista de pros, que no se deben entender únicamente ni con el deslumbramiento de la felicidad, ni a través de la oscuridad del perdedor que se arrepiente.
Es decir, se debe practicar el optimismo siempre, exista o no la posibilidad de que éste se refuerce cuando se construye desde una sólida relación emocional. De ahí la importancia que generan los sentimientos reales, porque están afianzados y responden al «feedback» de las personas. El amor correspondido asienta la confianza en ambas partes, como respuesta que surge al dar y recibir de un modo equitativo. Sin duda, una persona integrada en una relación de pareja que se considere feliz y correspondida en el amor, también tiene momentos de incertidumbre, tristeza y revés, pero si se parte del origen del amor como la principal fuente motriz de felicidad, el disfrute del amor correspondido sumará además su dosis de ilusión.