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Habla con tu pareja ¡Seguro que tiene solución!

Juani Femenia

Aun cuando dos personas conviven y comparten intereses comunes, pueden surgir conflictos sobre lo que más hace uno con respecto al otro, y en qué medida les afecta a la paciencia de ambos. Son las llamadas quejas de la convivencia y en todas las parejas existen en mayor o menor medida. Cuando se enquistan en el tiempo pueden saltar como un resorte que presagia la ruptura. Si las desavenencias se hablan con la prioridad que requieren antes de aceptar con resignación un hecho más, es posible que la cosa cambie. Seguramente éstas no darán un giro de 180 grados al problema, pero incitarán a la reflexión del otro, quien escuchará tu disconformidad para que el mal no pase a mayores, claro está, si los dos mantenéis una relación fomentada en la comunicación. Por eso es muy recomendable exponer cualquier diferencia a tiempo, si no en el momento en el que surge, no más lejos del día siguiente, cuando los ánimos se hayan atemperado y no exista razón para la discusión extrema. De esta forma nos ahorraremos algún disgusto, y sobre todo, que se reste protagonismo a la confianza y al diálogo conseguidos. Es más, una información en su momento evitará que la pareja tenga un concepto equivocado del otro, ya que al dejar las cosas marchar y no contraponer ninguna alternativa a lo acontecido, conducirá al desconcierto y será tarde para exigir explicaciones. Algunas de ellas, tan comunes como olvidar la fecha de un compromiso importante, la boda, el cumpleaños, carecer de imaginación para elaborar planes de ocio para dos, en los que no se incluya la presencia de terceros, inclusive familiares; darle prioridad a la pareja ante cualquier imprevisto de la índole que sea, anteponiendo su aprobación ante el propio compromiso en sí. Otros roces se incluirían dentro del escaso tiempo que se dedica a la pareja a causa del trabajo, por las amistades o por excusas que rayan la no implicación al compromiso. Por otro lado, querer destacar siempre por encima del otro en posesión de la verdad y no admitir otro argumento ajeno al propio. Estas diferencias cuando son “manejables” y se tratan en su momento, se recordarán como simples anécdotas que ayudaron a la pareja a conocerse mejor. Y ahí se tienen que quedar, como instantáneas de pequeños conflictos que finalmente se resolvieron y que de volver, despertarían una sonrisa antes que desavenencias.