Surrealismo en estado puro es lo que ha acontecido en varios restaurantes a la hora de pedir el importe de lo consumido. Ciudadanos como tú y como yo de cuyas cabezas ha brotado la gota del sudor del emoji de whatsapp al comprobar cómo en el cómputo de sus cenas aparece el hielo o el servicio de lavandería. Vamos, que también pagas por comer sobre un mantel limpio.
Cobrar por una mantelería impoluta es solo uno de estos atropellos más propios de una obra de Dalí. Una frivolidad que coloca a un ser humano corriente a la altura de esas celebridades que viven rodeadas de excentricidades. Extravagancias del tipo dormir con sábanas de 250 hilos, beber una marca de agua determinada o tener su suite repleta de fuentes de fruta fresca a su llegada.
Si no das crédito, atiende al siguiente cargo disparatado: incluir los cubiertos en la factura. Como lo estás leyendo. Este pago te hará plantear si mejor te comes esa sopa que te acaban de servir con las manos o con una de las cucharas de plástico que te sobraron del cumpleaños de tu hijo. Que te cobren por usar la vajilla: el colmo de los colmos.
Y la cosa no acaba ahí. ¿Qué me dices de solicitar un donativo por el servicio de limpieza de los baños mientras se prolonga tu cena? Quizá esté justificado si te ponen tu música favorita mientras haces tus necesidades o te dan un masaje después. Si no, lo mejor es que si te entran ganas, te aguantes hasta llegar a casa. En ese caso, tu bolsillo lo agradecerá, pero tu vejiga te acabará guardando rencor.
Aún hay más. ¿Te gusta la carne vuelta y vuelta? Pues suspira tranquilo. En algunos restaurantes te cobrarán si la pides muy hecha. Tampoco se te ocurra ponerte enfermo, pues te pedirán el coste correspondiente por tu pastilla. ¿Qué será lo próximo? ¿Que incluyan en la cuenta el afilado de los cuchillos? ¿Que añadan un extra por tener la tele encendida?
El contrasentido y la temeridad también están asociados al importe en cuestión. En este sentido, hemos visto en las redes sociales cuentas reales que reflejan, por ejemplo, cómo el hecho de que el pescado sea fresco añade 150 euros al cómputo. También hemos comprobado que tomarte dos cafés con leche frente al Vaticano te cuesta lo mismo que ir cinco veces al cine.