Rocío Ramos-Paul, Supernanny, se acerca a Atrévete para dar su opinión sobre ello. ¿Hasta qué punto puede afectar una decisión así en la vida de la niña?
Es muy fuerte, pero por otro lado es una historia tan bonita. Primero hay que pensar en cómo recibió la noticia Marta. Imagínate cómo le explicas la razón de por qué no puede jugar. ¿Sabéis cuál es? Que es niña. Es que no hay otra. No le puedes explicar otra cosa.
En este mundo en el que vivimos donde hablamos tanto de la igualdad y de las campañas que se hacen a favor y que están fenomenal, llega la competición y le dices “Tú, como eres niña no juegas. Y no solo eso. Tampoco recoges el trofeo y no puedes hacerte la foto oficial”. Es como un triple castigo.
Creo que hay que alabar la fantástica reacción de los compañeros. Ahí es donde te das cuenta que estamos educando bien, en igualdad. Enhorabuena a los padres de los niños del equipo que tras recoger la copa, lo primero que hicieron fue llevársela a Marta.
En muchísimas ocasiones las reglas están por detrás porque están obsoletas
Que siempre, en estas ocasiones, haya un personaje que decida que la norma esté por encima de la realidad social, independientemente del daño que sienta esta niña, es horrible. Se carga de golpe todas las campañas de igualdad que hay. Hay que tener en cuenta que la educación en igualdad tiene muchísimo que ver con todas aquellas cosas por las que luego nos llevamos las manos a la cabeza, como la violencia de género.
En cuanto a la gente que dice “las normas son estas”, una norma es eficaz cuando es flexible. No debemos encontrarnos en la situación de que un menor, que está disfrutando, no puede jugar por ser como es. Sea niño, niña o lo que sea. Esa no puede ser la diferenciación.
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