
No lo entienden como un fracaso sino como un paso más, necesario si no hay compatibilidad o bienestar emocional, hacia adelante.
Según un reportaje de The New York Times, muchas rupturas entre jóvenes suelen sentirse menos como escándalos que como rebrands, es decir, reinvenciones personales. De hecho, muchos no lo ocultan y lo publican en redes con transparencia como parte de su narrativa personal.
Este cambio de mentalidad no se da de forma aislada. La generación Z ha crecido acostumbrándose a cuestionar estructuras tradicionales, no nacieron en el mundo del ‘para siempre’ sino en el del cambio constante. En el ámbito del matrimonio como un mandamiento, sino como una opción entre muchas.
Además, muchos de ellos entran en el matrimonio con deudas o compromisos financieros, lo que complican las rupturas.
Otro elemento clave es que buscan separaciones rápidos, pactados sin prolongar el dolor. En España, la legislación permite tramitar el divorcio sin necesidad de alegar causas e incluso de forma más ágil.
Para quienes tienen ahora entre 40 y 50 años muchos vivieron o cercanamente conocieron esta situación como una herida abierta. Hoy, esa experiencia le conecta con lo que la generación Z percibe, que la separación ya no es el final del mundo.
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