
La psicóloga Leticia Martín Enjuto lo resume así: «La ansiedad aparece cuando interpretamos la falta de respuesta como una señal de rechazo o desinterés, en lugar de entenderla como una pausa natural».
Los famosos indicadores del WhatsApp, es decir, el doble check azul, el ‘en línea’ o el temido ‘visto’, han transformado la comunicación en tiempo real en una especie de examen emocional. Si la otra persona no responde, la mente se llena de preguntas: ¿habré dicho algo malo?, ¿ya no le interesa hablar conmigo? o ¿me estará evitando?
Detrás de esa incomodidad hay varios factores. Por un lado, la necesidad de validación inmediata, alimentada por el ritmo digital, nos hace sentir inseguros cuando la atención del otro no llega rápido. Por otro lado, la falta de tono y lenguaje no verbal de los mensajes abre espacio a la interpretación y a los malentendidos.
Y no es casualidad. La mensajería instantánea puede disparar niveles de cortisol similares a los del estrés leve cuando se percibe una falta de reciprocidad.
Pero también hay que mirar el otro lado. Quien tarda en responder no siempre está evitando. Muchas personas lo hacen por saturación digital, por querer contestar con calma o simplemente porque necesitan desconectar. En un entorno donde estamos hiperconectados, tomarse tiempo también es una forma de autocuidado.
Si cada doble check te pone nervioso, hay soluciones. Se recomienda reconocer la emoción sin juzgarla y cuestionar los pensamientos automáticos: ¿realmente me está ignorando o estoy interpretando demasiado?
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