
Una fiesta que gira en torno a la tradición, la gastronomía típica de la ciudad y todo aquello que marca el sello identificativo de los madrileños. Si bien es cierto que supone una fecha muy señalada, no son muchos los que conocen si quiera su historia. Es por ello que desde recopilamos todo lo que deberías de saber sobre la fiesta de San Isidro.
Todo nace con Isidro de Labrador, el santo del festivo. Nació en 1080 en una familia tachada como humilde en lo que a día de hoy conocemos como el barrio de Palacio, concretamente en la calle de las Aguas. Cuando aún era joven comenzó a trabajar dentro del sector de la agricultura o como pocero. Más tarde se casó con Santa María de la Cabeza, quien también forma una de las calles más emblemáticas de la capital.
Su importancia viene de que, tal y como recoge la propia leyenda, fueron hasta 438 milagros los que llegó a obrar, como bien es ayudar a los más necesitados al repartir manjares, o hacer salir agua al golpe de su vara. En 1619, fue Paulo V, Papa por aquel entonces, quien beatificó a Isidro Labrador y estableció que sería el 15 de mayo la fecha en la que se le conmemoraría. Un día que fue elegido con una razón es especial. Y es que el 15 de mayo fue cuando el cuerpo de San Isidro fue trasladado a la Iglesia de San Andrés, en donde finalmente descansó en el altar mayor de la Colegiata de San Isidro.
Lejos de quedarse ahí, son muchas las tradiciones que este día esconde. Por ejemplo, aunque cada vez se vea menos, tradicionalmente los madrileños se visten de chulapos, haciendo referencia al nombre que recibían aquellos vecinos históricos de Malasaña, mientras que los de Lavapiés eran los Manolos.
Una tradicional vestimenta que para los hombres supone un chaleco, un pañuelo blanco anudado al cuello conocido como safo, un gorro de cuadros y una camisa blanca. Para las mujeres supone una falda, una camisa, un mantón, un pañuelo y, por supuesto, los claves.
En cuanto a la gastronomía se lleva la palma el comer rosquilla, a elegir entre las ‘tontas‘, hechas solo con huevo, las de ‘Santa Clara‘, con merengue blanco y las ‘francesas‘, con almendras, y la limonada por excelencia en la pradera.
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