El mito del ‘hijo favorito’: sí existe y esto es lo que dice la ciencia al respecto

Ese trato diferencial, si se produce, no es inocuo para ellos

Ana Más

Aquellos que tienen más de un hijo lo saben bien: no es igual uno que otro. Cada uno tiene su carácter y sus peculiaridades, cada uno, a pesar de estar educados igual, suele ser diferente y esto, en algunos casos puede hacer que haya cierto favoritismo o preferencia en el trato con respecto a alguno de ellos.

Con frecuencia se suele decir que no existe un favorito, pero lo cierto es que en muchos casos sí que se da. Este trato diferencial no es inocuo, puede generar menor autoestima en el hijo que es ‘peor’ tratado al pensar que vale menos, además de alteraciones de comportamiento y peores interacciones sociales y/o familiares.

Sobre esto precisamente habla un estudio reciente publicado por la Asociación Americana de Psicología, del que se deduce que las niñas suelen ser las favoritas de los padres, que las suelen tratar con más afecto, aunque ni ellas ni sus hermanos lo perciben. Además de que los hijos mayores son más favorecidos en autonomía y libertad, antes que los pequeños, algo que sí suele ser percibido por los hermanos menores, en los que ocasiona cierto resentimiento. También los hijos que son amables y responsables son tratados mejor por sus padres que aquellos que son más temperamentales e impulsivos.

Cómo gestionar esa preferencia por alguno de los hijos

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En todo ello tiene mucho que ver las características de los hijos, ya que los padres suelen mostrarse más cariñosos y poner menos normas si los hijos responden bien a los límites y generan menos conflictos. Pero no es lo único que influye en el trato a los hijos, que también depende de factores como las inseguridades de los padres o su género, además del tipo de apego.

Para evitar las consecuencias negativas de tratar a un hijo con más favoritismo que a otro u otros, la ciencia da algunas recomendaciones. La primera, tomar conciencia de ello de manera objetiva. Después, favorecer la comunicación abierta con nuestros hijos, sin invalidar sus sentimientos. Y añaden dos cosas más: tratar de esforzarse en tener una crianza lo más igualitaria posible, atendiendo a las necesidades de cada uno de manera equitativa y pasar tiempo de calidad de manera individual con cada uno de ellos.

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