
«Las escenas de celos infundados están totalmente fuera de lugar y dan hasta vergüenza», comenzaba a relatar Preysler en la carta con la que expresaba al autor lo cansada que estaba de sus desplantes y de las actitudes que, según ella, mantenía en su hogar.
«El origen social y el nivel económico diferente en dos personas que deciden vivir juntas no tienen importancia. Lo que de verdad hace imposible la convivencia es la mala educación, y tú estás muy mal educado».
Además, la socialité insistía en que las escenas de celos por parte del escritor fueron, al parecer, el principal motivo de la ruptura. «Por favor, manda a alguien a recoger todas tus cosas. Un abrazo», concluía la carta con la que ponía punto final a su relación.
En dichas memorias también se recoge la parte más romántica de una historia que comenzó con tiernos mensajes por parte del peruano: «Nunca imaginé que me harías tanta falta, que en tan poco tiempo te hubieras vuelto alguien tan imprescindible y querido en mi vida».
El Nobel también reconocía lo mucho que significó para él conocerla y cómo cambió su vida desde aquel primer encuentro: «Desde la noche maravillosa de la peletera, mi vida se llenó de juventud, de sueños, de deseos, y fue como si por fin empezara a vivir la vida que secretamente soñé desde que te vi por primera vez».
El escritor apostaba entonces por un desenlace feliz: «Es una historia tan bonita que tiene que tener un final feliz. Te quiero mucho, amor mío».
Sin embargo, como demuestra la madre de Tamara Falcó en sus memorias, aquel amor que comenzó con ilusión terminó torciéndose profundamente.
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