
Y es que se sabe que la atmósfera terrestre tal y como la conocemos no será eterna. Un estudio internacional publicado en Nature Geoscience ha revelado que el oxígeno, elemento esencial para la vida completa, desaparecerá de forma abrupta dentro de aproximadamente 1.080 millones de años (con un margen de error de ±140 millones).
Este nada esperanzador pronóstico no sería fruto de una catástrofe, sino más bien del lento pero implacable aumento de la radiación solar. Es un hecho que el Sol es una estrella y a medida que envejece, no solo aumenta en tamaño, sino que su brillo se intensifica, alterando el equilibrio químico de la atmósfera terrestre.
Científicos de Japón y Estados Unidos desarrollaron un modelo que simulaba más de 400.000 escenarios de evolución atmosférica y biológica, y todos ellos apuntaban a un mismo desenlace: la Tierra regresará a un estado similar al de hace 2.500 millones de años, cuando la vida anaeróbica dominaba el planeta y el oxígeno era apenas una rareza.
Si bien es cierto que este evento está muy lejos en el tiempo, sus implicaciones son profundas. Esto no solo marcaría el fin de la vida tal y como la conocemos, sino que también redefine los criterios para buscar vida en otros planetas. Y es que una atmósfera rica en oxígeno no es una constante en los mundos habitables.