
Esta dificultad para aceptar la pausa se conoce como ociofobia, un término que define el miedo irracional a no hacer nada y que está estrechamente vinculado a la cultura de la hiperproductividad.
Psicólogos como Silvia Fonseca explican que esta sensación está vinculada a la presión de la productividad y a la comparación constante con los demás. Las redes sociales, donde se muestran vidas aparentemente llenas de planes, viajes y trabajo, contribuyen a que se perciba la inactividad como algo negativo.
El silencio obliga a escuchar pensamientos y emociones que intentamos esquivar con agendas llenas de cosas por hacer.
Al no permitir al cerebro desconectar, también se resiente la concentración y la memoria. En definitiva, no descansar en una señal directa para el agotamiento físico y emocional.
Por ejemplo, el cambio brusco de pasar de una rutina intensa a la inactividad puede generar un miedo irracional que no se puede controlar, acompañado de síntomas como palpitaciones y dificultad para respirar.
La buena noticia es que se puede entrenar la mente para disfrutar del tiempo libre sin sentirse culpable. Los expertos recomiendan introducir espacios breves de inactividad consciente, pasear sin móvil, practicar la meditación o dedicar tiempo a hobbies sin objetivos concretos a cumplir.