
Los expertos lo tienen claro, estas interacciones pueden ser mucho más dañinas de lo que parecen. Según el Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, detrás de esos «sí», «no», «aja» o de un emoji solitario, se esconde un impacto emocional considerable. Para quien recibe estos mensajes, la sensación puede ser de rechazo, indiferencia e incluso incomodidad.
Lo curioso es que en muchas ocasiones no hay mala intención detrás. Simplemente, quien responde de forma seca puede pensar que está siendo práctico o que no tiene nada más que añadir. Pero aquí está la trampa de la comunicación digital. Lo que para uno es un mensaje rápido y neutro, para el otro puede herir su autoestima.
Los especialistas ya catalogan al dry texting como una forma de conducta pasivo-agresiva. ¿Por qué? Porque en lugar de cortar la conversación directamente, se mantiene un goteo de respuestas mínimas que transmiten desinterés.
¿La solución? Aprender a escribir con un poquito más de conciencia. No hace falta redactar un ensayo en cada mensaje, pero sí mostrar interés. Al final, son «pequeños gestos» que pueden transformar una interacción digital fría en una conversación agradable.
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