
Este concepto comenzó a visibilizarse en 2004, cuando la psicóloga estadounidense Lois P. Frankel publicó su libro ‘Las chicas buenas todavía no llegan a los puestos directivos’. Allí describe cómo el comportamiento complaciente y la aversión al conflicto pueden ser un obstáculo para el desarrollo profesional de muchas mujeres. En un enfoque similar, la psicóloga y psicoterapeuta gallega Marta Martínez Novoa explica en una entrevista para ‘Informativos Telecinco’ que este patrón de conducta está muy presente tanto en el ámbito laboral como en el personal, y tiene raíces profundas en la educación tradicional basada en el rol de género.
Martínez Novoa señala que los rasgos comunes de este síndrome incluyen la hiperresponsabilidad, el perfeccionismo, la dificultad para poner límites, la evitación de conflictos, la represión emocional y una constante autoexigencia. Todo esto, según ella, se gesta desde edades tempranas. “La infancia de estas personas suele estar marcada por una fuerte presión para dar buena imagen, obtener logros o cubrir inconscientemente las carencias emocionales de sus figuras parentales”, indica.
Frases como “calladita estás más guapa” o “qué bien te portas, siempre obedeces” refuerzan este tipo de conductas desde edades tempranas, contribuyendo a la construcción de una identidad basada en agradar y cumplir expectativas ajenas. En la adultez, esto se traduce en relaciones desequilibradas, agotamiento emocional, baja autoestima y dificultad para tomar decisiones.
El abordaje desde la psicología se centra en sanar heridas del pasado, desafiar creencias limitantes y reconstruir la autoestima. “El trabajo terapéutico implica fomentar el autocuidado, la expresión emocional y la autoescucha”, explica la especialista. También se entrena la capacidad para establecer límites sanos y la valentía para “quedar mal” con otros si eso significa respetarse a una misma.
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