
Desde Informativos Telecinco, la psicóloga Anna Sibel, fundadora del centro Amb2, arroja luz sobre este comportamiento y ofrece varias claves para entenderlo. En su opinión, “detrás de cada monosílabo hay todo un mundo entero que está esperando para ser descifrado”.
Sibel apunta en primer lugar al “cierre de puertas emocional” como uno de los principales motivos. En este caso, quien responde de forma escueta podría estar protegiéndose de juicios, críticas o simplemente evitando mostrar una vulnerabilidad interna. En otras palabras, los monosílabos serían una barrera defensiva.
Otro factor relevante es lo que la experta denomina “sobrecarga del cerebro”. Estrés, ansiedad, depresión o incluso el llamado ‘burnout’ pueden llevar a que una persona no tenga la energía emocional ni cognitiva para mantener una conversación elaborada. También puede estar atravesando un proceso de duelo o un momento de agotamiento mental profundo.
Sin embargo, no todas las respuestas monosilábicas provienen del malestar. Sibel también destaca que, en ciertos contextos, esta forma de comunicarse puede ser una estrategia de control. “Hay gente que usa las respuestas monosilábicas como una forma de dominar la conversación”, asegura. En este escenario, cada “sí” o “no” rotundo actúa como un muro que obliga al otro a esforzarse más, llevando el peso del diálogo.
Lejos de ser algo negativo, la psicóloga señala que incluso en los monosílabos hay valor: “El monosilábico puede ser un regalo. Nos está dando información valiosa sobre su estado emocional actual, sus límites y su forma de procesar el mundo”.
Para gestionar estas situaciones, Sibel propone una mirada más comprensiva. “No hay que ver los monosílabos como un muro, sino como una ventana”, afirma. Recomienda evitar bombardear con preguntas y optar por la escucha activa. También sugiere no insistir si la persona no desea hablar, y adaptar el lenguaje para fomentar la apertura emocional.
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