Ante una dificultad, ¿cómo actúas? ¿Piensas: «Ya se resolverá sola» o coges el toro por los cuernos, asumes la culpa y aplicas esa solución que ya tenías pensada de antemano? Si no te quedas esperando de brazos cruzados, tienes todas las probabilidades de ser proactivo.
Pero este tipo de personas, además, cumple otros requisitos que te detallamos a continuación para que salgas de dudas. Descubre si formas parte de este grupo conociendo sus diez rasgos principales.
Realizando este sencillo test sabrás si tienes tendencia o no a la proactividad. ¿Empezamos?
Si no saltas como un resorte cuando tu mejor amigo te recrimina una actitud, vas por el buen camino. Si la proactividad corre por tus venas, seguramente utilices esos razonamientos constructivos para aprender y sacarte partido.
No es que tengas más dotes de adivinación que una tarotista, pero eres tan observador y tan meticuloso que te adelantas a los acontecimientos. Tanto que ya tienes previstas diferentes soluciones cuando el problema irrumpa en tu vida.
El «no» no forma parte de tu vocabulario. Prefieres expresiones como «voy a pensar en más opciones» o «puedo hacerlo». Lo que te dices a ti mismo se traslada a tu entorno, utilizando con él ese mismo lenguaje positivo.
¿Eres capaz de someter tus impulsos a tus valores? Subordinar tus emociones no es nada sencillo. La parte buena es que facilita el desarrollo de tu pensamiento para hallar soluciones. ¿La mala noticia? Que ser pasional e impulsivo tiene su encanto, ¿no crees?
Esa virtud para el control de la que hablamos te otorga una capacidad camaleónica. Y es que te adaptas al contexto como un guante, estés en el ambiente que estés.
Si cuentas con una buena parte de las condiciones anteriores, inevitablemente serás una persona con elevada autoestima. Eso sí, utilízala a tu favor, no para convertirte en el ser más repelente del barrio. La pedantería, mejor de lejos.
Como en la proactividad hay que trabajar, es decir, que no se manifiesta de manera innata, ser constante resulta fundamental. La perseverancia da sus frutos. Y es que, ser proactivo supone, en esencia, tenacidad, insistencia y firmeza.
Puede que en el colegio no te limitaras a hacer los deberes para cubrir el expediente, sino que ibas más allá. Te interesabas por ampliar tus conocimientos, aunque no entraran en el examen. El inconformismo en una tarea y el ansia por la búsqueda de información son rasgos comunes en este tipo de personas.
Los proactivos no buscan culpables, sino soluciones. No pierden el tiempo en discusiones para escurrir el bulto. Al contrario, asumen el tropiezo y centran sus esfuerzos en encontrar la causa que les ha llevado a fallar. No caerán en el error la próxima vez.
Si estás en el grupo, explicarás con las palabras adecuadas a tu entorno todo aquello que te preocupa. También tus opiniones y necesidades con total claridad.
Serás un buen líder si cumples la mayoría de los requisitos anteriores. En el caso de que te dedicaras al deporte profesional, tendrías la capitanía a tus pies. También serías un buen compañero de trabajo, ideal para mejorar el funcionamiento en tu oficina. ¿Cómo? Incentivando la empatía, descubriendo las necesidades de cada miembro, además de identificar sus objetivos para fomentar la motivación. ¿Conclusión? Si eres proactivo, eres una joyita, está claro. Eso sí, déjate llevar en alguna ocasión, que descarriarse del camino durante un instante no es pecado.
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