Bajar peso comiendo más ¡si, se puede!

Nuria Serena

¿No te pasa que siempre que decides empezar una dieta te entra un hambre incontrolable? Es más, te apetece comer de todo, es un no parar. No hay nada capaz de saciarte.

Pues bien, te vamos a dar unos cuantos trucos para evitar que la ansiedad se apodere de ti y logres empezar una dieta en armonía, en paz interior y con convencimiento de que ¡está vez SI SE PUEDE!

Y es que el principal error que cometemos cuando decidimos ponernos a plan es reducir tanto la cantidad de comida que pasamos hambre, mucha hambre. Y claro, más tarde o más temprano sucumbimos a la tentación y atracamos la nevera como si no hubiera un mañana.


Entonces, ¿cual es la solución? Añadir más calorías a la dieta pero distribuirlas mejor en todo el día.

¡Toma buena nota!

Incluye alimentos bajos en calorías y repletos de nutrientes: por ejemplo, frutas y verduras. Cuantos más colores, mejor. Lo importante es empezar a llenar tu estómago para que mande la señal al cerebro de sentirse saciado. La piña, la sandía, el melón, los espárragos… contienen mucha agua y son muy diuréticas

Intenta beber agua o comer alguna pieza de fruta antes de salir a comer fuera de casa: Así no devorarás la carta y tendrás la tentación de elegir los platos más grasos y menos saludables. Es habitual que cuando comemos fuera, comamos más cantidad y elijamos comidas más calóricas. Al menos intenta que el hambre no te domine a la hora de hacer tu elección.

Busca donde sea una imagen de un plato colmado de comida. Lo que debes conseguir es que tu cerebro crea que hay comida en abundancia para saciar tu hambre. Simplemente con la vista puedes lograr ese efecto ¡Inténtalo y nos dices cómo te ha ido!

Incrementa el consumo de proteínas: carnes, pescados, mariscos. Puedes comer pollo, pavo, ternera blanca, conejo. Olvídate de las carnes rojas, embutidos y cerdo. También busca proteínas en huevos, yogures y demás lácteos.

 

Utiliza platos y cubiertos pequeños:  Platos, cuencos, tenedores y cucharas pequeños, te ayudarán a comer más despacio y en menor cantidad claro que para ello es imprescindible que mastiques bien, al menos hasta que notes el alimento prácticamente líquido o sin sabor.

 

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