Entre el color, la pantalla, cuánto tarda en encender… No había manera de coger a nuestro compañero. Y lo peor de todo es que al otro lado del teléfono, el pobre hombre solo quería seguir trabajando.
Pese a la ganga (solo diez euros), no van a ser capaces de ponerse de acuerdo y al final la televisión sin vender.
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