Pero detengámonos en su origen, procede de la Rosa Rubiginosa, originaria de Europa del Este, pero actualmente está extendida por América, Asia y norte de África. Se trata de un aceite que se extrae de sus semillas a través de una presión en frío, es completamente natural con efecto reparador para la piel, ya que ayuda a la formación de colágeno y de fibras elásticas. Tiene un ligero color rojizo y un olor acre.
Es muy eficaz para evitar la pérdida de agua de la piel, por lo que es muy hidratante, además de regenerar las cicatrices. Está compuesto principalmente por ácidos grasos esenciales, antioxidantes y vitaminas A, C y E y actúa contra los radicales libres causantes del envejecimiento de la piel, por lo que es una estupenda crema antiedad, combatiendo las arrugas y las manchas del sol.
Lo puedes encontrar en crema , en gel y en aceite puro o en infusión y según para lo que lo necesites será mejor una textura u otra, si queremos nutrir la piel lo mejor será en crema, el gel tiene acción calmante y reparadora y es ideal para zonas de pliegues y el aceite está indicado como coadyuvante en el tratamiento de lesiones de la piel como son las úlceras cutáneas, cicatrices, quemaduras y erosiones.
Además previene y reduce las estrías sobre todo las más recientes. En las estrías más antiguas es capaz de hacerlas menos visibles devolviendo el color natural de la piel.
Ayuda a a combatir problemas de caspa, eczemas o psoriasis además de aportar una dosis de nutrientes para que el pelo esté más fuerte y brillante.
En infusión mejora la circulación sanguínea.
Y además tiene otros usos menos conocidos como combatir la pesadez y acidez de estómago, posee un suave efecto laxante, ayuda a combatir los síntomas de la gripe y los resfriados, además de ser un gran reconstituyente y revitalizante.
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