Una persona que sufre dependencia emocional suele tener o iniciar relaciones tóxicas, poco sanas y muestran sentimientos excesivos y poco adaptativos de temor a que la relación se acabe en algún momento.
¿Cómo sabemos si somos dependientes? ¿Dónde está el límite?
A continuación, en ¿Qué falló en lo vuestro?, os traemos 4 claves para averiguarlo.
Querer a alguien no es lo mismo que necesitarle. Diferenciar este matiz es el primer paso para comprender la dependencia emocional y establecer relaciones sanas. El problema nace cuando necesitamos a la otra persona para sentirnos bien en vez de preferir su compañía desde la autonomía y la libertad. Alguien dependiente tiene una fijación excesiva por la otra persona y la necesidad de saber lo que hace en todo momento.
Una persona dependiente anula sus propios deseos y voluntades para priorizar los del resto. Cree que las opiniones de los demás son mucho más importantes y valiosas que la suya, y que si exterioriza sus pensamientos causará una mala impresión. Por eso vive por y para la persona de la que depende y anula su identidad con el objetivo de agradarle, incluso si perjudica sus propios intereses.
La dependencia comienza cuando una persona desarrolla una adicción por otra, se “engancha” completamente a ella. Casi siempre la idealiza, justifica todos sus comportamientos y no encuentra ningún defecto en su personalidad. El resultado es una concepción descompensada de la relación en la que una de sus partes está por encima de la otra.
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