Fumar altera el sistema inmunitario hasta después de haberlo dejado durante muchos años. Esto aumenta la predisposición a desarrollar más enfermedades e incluso agrava sus síntomas y complicaciones. La inmunidad natural que posee nuestro cuerpo se ve afectada gravemente ya que se han destruido microorganismos que sirven como anticuerpos específicos para todo tipo de amenazas.
Los daños en nuestra inmunidad después de dejar de fumar pueden persistir hasta 10 o 15 años tras la última vez que probaste el tabaco. De hecho, hay una correlación entre estos daños y la cantidad de cigarrillos fumados con la persistencia del daño en la inmunidad adaptativa. «Si una persona deja de fumar recupera bien la parte de la inmunidad innata, pero no así de la inmunidad adaptativa. Esto indica que el sistema inmunitario posee memoria de haber fumado de forma persistente, lo que tiene una importante implicación para las personas fumadoras», declara la catedrática de Inmunología de la Universidad española de Vigo, África González-Fernández.
Como decíamos, fumar hoy y dejarlo mañana puede provocar manifestaciones en nuestro cuerpo muchos años más tarde. A largo plazo se aumentan los riesgos de contraer enfermedades autoinmunes, alergias o cáncer, entre muchos otros peligros para la salud. Y en un corto plazo, la persona que fume o haya fumado, sufrirá un empeoramiento de cualquier enfermedad que implique inflamación. En este caso, los síntomas son más persistentes y hay más posibilidades de complicaciones y cronificación de las dolencias.
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