Con septiembre llega el inevitable adiós al verano, un adiós que, para quienes veranean en Galicia, tiene un sabor agridulce, cargado de nostalgia y de promesas de regreso. En esta despedida, las canciones de Andrés Suárez se convierten en la banda sonora perfecta para acompañar la vuelta a la rutina, evocando cada rincón de la tierra que lo vio crecer durante cada verano.
Andrés Suárez, hijo de la ría de Ferrol, lleva a Galicia en cada nota, en cada palabra de sus canciones. Su música es un viaje al corazón de esta tierra mágica, donde el Atlántico sirve de escenario para las anécdotas que recordamos durante el resto del año. Suárez no solo canta sobre Galicia, sino que nos teletransporta a ella con solo unos acordes. Quien escucha sus temas, puede oler la sal marina, sentir el viento que azota las costas y ver los tonos verdes y azules que se extienden hasta donde la vista alcanza.
Para quienes han pasado el verano entre las playas salvajes y los pueblos de piedra de Galicia, la vuelta a la ciudad en septiembre se convierte en tu peor enemiga. Esos paseos por la playa al atardecer, con el sonido del mar rompiendo contra las rocas, los días en los que el sol juega a esconderse entre las nubes, y las noches en las que la niebla envuelve los faros. Cada rincón tiene su historia, y cada historia puede ser contada a través de la voz de Andrés Suárez.
Cuando Andrés canta, lo hace para todos los que, al final del verano, sienten esa punzada en el corazón al dejar atrás los acantilados, las fiestas populares, y la calidez de un pueblo que acoge con los brazos abiertos. Sus canciones son una forma de llevar un pedazo de Galicia consigo, un recordatorio de que, aunque septiembre marque el final del verano, las memorias y la música pueden mantener viva la conexión con el norte hasta el próximo reencuentro.
Galicia, con su costa indomable y sus paisajes que parecen sacados de un cuento, deja una huella imborrable en el corazón de quienes la visitan. Para Andrés Suárez, esta tierra es mucho más que un escenario; es la musa que inspira sus composiciones, el refugio al que siempre vuelve. Cada rincón de Galicia, desde las aldeas escondidas entre montañas hasta las playas solitarias, se convierte en una melodía en su voz. Es una conexión profunda que va más allá de las palabras, un puente que une el pasado reciente de un verano vivido intensamente con la espera del regreso, cuando el norte vuelva a llamarlos con su magia inigualable.
¿Será que somos una gota de mar
Que además quiso probarse del aire?
Una palabra pretendiendo rimar
Ahora dime cuánto quisieras no sentir esa pena
Ni esa soledad que te quema libre, por fin, del ruido
Que mi voz se lleve al olvido todo lo que has sufrido
Que te hicieron sueño sin haber dormido
Que te hicieron grande sin haber crecido, oooh
Una noche así subí al cantinero,
levantó la vista haciendo que veía,
mi figura me sirvió, sin yo pedir, la copa rota.
No sangró la boca como prometía el tunante que ella tanto mencionaba
no me dio la gana de cerrar la herida y la esperé
Bailaba sobre el mar la luna lenta y tú
Mirándola de más propones lo mismo.
«El resto de mi vida, si tu quiere» contesté
Y el cielo más se abrió mojándole el vestido
La gente quiere
Que esté contento
Y no les hable más de desamor
La gente quiere
Que siga atento
Me esta cambiando hasta la voz
Pero la gente no sabe de ti
Pero la gente no entiende…
Así, las melodías de Andrés Suárez no solo son un homenaje a Galicia, sino también un refugio para quienes, al despedirse en septiembre, saben que siempre habrá una canción que les devuelva al lugar donde el tiempo parece detenerse y el alma encuentra su paz.
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