Con el cambio de estación, cuando el ambiente se vuelve frío y la superficie bajo nuestros pies puede volverse más resbaladiza o irregular, nuestros tobillos merecen un plus de atención. Estas articulaciones sostienen gran parte del peso corporal y permiten desplazarnos de un lugar a otro, saltar o simplemente caminar con seguridad.
La zona del pie y del tobillo agrupa una combinación de huesos, ligamentos, tendones y músculos que colaboran en la estabilidad, el equilibrio y la movilidad.
Cuando bajan las temperaturas, los tejidos tienden a volverse más rígidos, y si además hemos estado menos activos, esta articulación, que funciona permanentemente todos los días, puede perder tono. La sensación de entumecimiento o tirantez al andar es un aviso y conviene reaccionar ante ello.

Según Irene Davis, profesora de fisioterapia de la Universidad de Florida del Sur y expresidenta del Colegio Estadounidense de Medicina del Deporte, una rutina básica con buenos resultados incluye:
Al aplicar estos ejercicios de modo regular, se mejora la estabilidad, la flexibilidad y se reduce el riesgo de caídas o torceduras de tobillo, algo especialmente útil cuando el suelo está frío, húmedo o resbaladizo.

No basta solamente con hacer los ejercicios, el estilo de vida también ayuda. Algunas recomendaciones son:
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