
La necesidad de buscar un calzado adecuado surge tras experimentar problemas o dolores en los pies después de años usando calzado convencional, con la intención de corregir el problema, como le ocurrió a la Reina Letizia. De ahí que también se haya convertido en un motivo de preocupación con los más pequeños, pues usar este tipo de zapatos desde la infancia previene de problemas en el futuro.
Este tipo de zapatos simulan el caminar descalzo, por lo que su suela tiene un grosor de entre 1 y 6 mm, con muy poca amortiguación. Hay diferentes opciones, pues si se ha estado usando un calzado convencional durante mucho tiempo no es conveniente pasar directamente a una suela muy fina, sino hacer una transición gradual para evitar lesiones o tensiones musculares. Para estos casos hay suelas de 14 o hasta 20 mm.
Aquí es donde entre en juego el término ‘zero-drop‘. Esto significa que el talón y la punta de la suela están a la misma altura, lo que favorece a una postura más natural y a un movimiento equilibrado.
Los zapatos ‘barefoot‘ respetan la forma del pie con una puntera ancha que permite que los dedos se sientan libres al caminar o al correr. Además, aunque resulte algo extraño al principio si estamos acostumbrados a calzados con una horma estrecha, uno acaba por descubrir que estos son incluso más cómodos.
El diseño es simple, ligero y sin estructuras rígidas. El resultado es un zapato muy flexible que se puede doblar con facilidad.
Detrás del calzado ‘barefoot‘ hay respaldo científico. Estudios como el del Journal of Clinical and Diagnostic Research señalan que usar este tipo de calzado: