
Aunque hoy en día se tiende a pensar que la tecnología es la raíz del insomnio, la evidencia arqueológica y antropológica sugiere que nuestros ancestros también enfrentaban interrupciones en su descanso. Los primeros seres humanos, cazadores y recolectores, dormían en condiciones muy diferentes a las actuales: en el suelo o en cuevas, rodeados de otros miembros del grupo, muchas veces bajo vigilancia constante debido a los peligros nocturnos.
El doctor y terapeuta del sueño Merijn van de Laar, autor del libro ‘Cómo dormir como un cavernícola‘ (Editorial VR), explica: «La noche era peligrosa, y la decisión entre dormir y estar despierto no debía ser tomada a la ligera». Según él, los más mayores solían permanecer despiertos vigilando, ya que presentaban mayores dificultades para conciliar el sueño, una forma primitiva pero efectiva de garantizar la seguridad del grupo.
El estilo de vida también jugaba un papel crucial. La dieta paleolítica, rica en nutrientes y proteínas naturales, junto con una vida activa y no sedentaria, favorecía el descanso. En contraste con la vida urbana moderna, donde el estrés, la falta de actividad física y el consumo de estimulantes como la cafeína y la nicotina son comunes, los humanos prehistóricos se movían constantemente y estaban en sintonía con los ritmos de la naturaleza.
Van de Laar señala que tribus actuales que viven en condiciones similares a las primitivas presentan patrones de sueño con dos fases separadas por un período de vigilia, un modelo que también fue documentado en la Europa medieval por el historiador Roger Ekirch. El sueño segmentado parece haber sido la norma antes de la Revolución Industrial, cuando el trabajo mecanizado y la iluminación artificial transformaron radicalmente los hábitos de descanso.
MÁS SOBRE: