Cuando una persona arrastra síntomas sin explicación, como la fatiga persistente o malestar indefinido, parte de su sufrimiento reside en la incertidumbre. En ese escenario aparece lo que los científicos han denominado efecto Rumpelstiltskin, un fenómeno en el que dar un diagnóstico por sí solo puede tener un efecto terapéutico significativo.
¿Por qué el diagnóstico cura aunque no cambie nada más?
El nombre del fenómeno hace alusión al cuento de Rumpelstiltskin, donde un duende obliga a la protagonista a cumplir sus promesas y se libera de ello al averiguar el nombre secreto de ese duende. De igual modo que en medicina el dar con un nombre.
Nos da claridad. Cuando por fin sabemos qué nos pasa, dejamos de sentir que todo es confuso o caótico. Ponerle nombre a lo que sentimos nos ayuda a ordenar nuestra cabeza.
Nos hace sentir comprendidos por el resto. Entendemos que no somos culpables de lo que ocurre ni que todo está en nuestra cabeza. Saber que tiene una explicación real alivia mucho.
Nos conecta con los demás. Al reconocer la sensación, se abre la puerta a comunidades de apoyo, identificación con otros y un lenguaje de apoyo.
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El lado menos positivo de este fenómeno
Como todo fenómeno psicológico, el efecto Rumpelstiltskin tiene su cara b. Un diagnóstico puede también:
Puede generar estigma, culpa, sensación de tener una etiqueta o diagnóstico crónico.
Puede limitarte sin darte cuenta. Si tu condición te marca para siempre, es fácil caer en la idea de que no puedes mejorar o hacer ciertas cosas.
Puede generar frustración. A veces esperamos que el diagnóstico traiga una solución inmediata, y cuando no ocurre, aparece la decepción.
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Por ello, profesionales como la psiquiatra Carmen Moreno subrayan que cómo se comunica el diagnóstico es tan importante como el diagnóstico en sí.