A todos nos ha pasado que solemos entrar a la cocina con la intención clara de buscar algo y nada más cruzar la puerta, ese propósito se esfuma por un lapsus. Esta experiencia, lejos de ser un fallo cerebral, es un fenómeno conocido como efecto umbral.
Este término alude al proceso por el cual el cerebro interpreta que ha terminado una tarea y empieza otra al cambiar de escenario, dificultando el acceso inmediato a la información relacionada con el entorno previo.
En los años 70, el psicólogo Alan Baddeley mostró que recordamos mejor la información cuando el sitio donde la aprendemos coincide con el lugar donde la intentamos recuperar.
Décadas más tarde, otros experimentos comprobaron que incluso en escenarios virtuales, al cruzar de una sala a otra la memoria se resiente.
Los expertos llaman a esto modelo de horizonte de eventos. Nuestra mente tienden a segmentar los recuerdos por escenas, de modo que al cambiar de contexto se ‘archiva’ la información anterior y se abre paso a la nueva. Por eso, al pasar de una habitación a otra, podemos perder de golpe lo que teníamos en mente.

A menudo las personas relacionan estos momentos con algún problema cognitivo o con el inicio de la demencia. Si embargo, el efecto umbral afecta tanto a personas adultas como jóvenes por igual. No se trata de un síntoma patológico, sino de un resultado normal del modo en el que la mente organiza los recuerdos.
La multitarea puede agravar los efectos. Cuando dividimos la atención entre distintas acciones, parte de la información queda relegada y se desvanece a cambiar de contexto.
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