
Aunque la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos confirmara que «el cambio completo de cigarrillos convencionales al sistema IQOS reduce significativamente la exposición del cuerpo a químicos dañinos o potencialmente dañinos», aseguraron que este tipo de productos tiene riesgo modificado, alegando también que no son seguros para la salud humana y que no están aprobados por ellos mismos.
Además, la Organización Mundial de la Salud confirmó en 2020 que pese a que el tabaco calentado contenga menos sustancias químicas que el tabaco tradicional, esto no lo convierte en una sustancia inocua ni suprime el riesgo para la salud humana, ya que se siguen inhalando grandes cantidades de nicotina y otras sustancias.
Por todo ello, se puede confirmar que este tipo de dispositivos también tiene un alto riesgo para la salud de todas aquellas personas que lo fuman, y que lo más recomendable es abogar por eliminar cualquier sustancia tóxica de manera radical.
La principal diferencia es la temperatura a la que se inhalan, ya que, mientras que el tabaco tradicional se quema a más de 600 grados por combustión para dar paso a la inhalación de más de 7.000 sustancias químicas, el tabaco calentado ronda una media de entre 250 y 350 grados al consumirse, produciendo aerosol en lugar de humo, ya que no requiere de combustión, sino un dispositivo en el que introducir los cigarros específicos para que se calienten y produzcan aerosoles.
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