
Lo curioso de este término es que no habla de irresponsables ni de gente que no respeta los horarios. Nada de eso. El tidsoptimist es un «optimista del tiempo». Personas que confían en que podrán ducharse, desayunar, sacar al perro y llegar puntuales a la oficina… cuando en realidad era misión imposible desde el principio.
Según la psicología, detrás de este fenómeno se esconden dos trampas mentales que casi todos hemos vivido. La primera es la falacia de planificación, esa que nos hace pensar que «me arreglo en 10 minutos» aunque la experiencia diga que tardamos 25. Y la segunda es el sesgo de optimismo, esa vocecita interna que insiste en que hoy todo saldrá perfecto y sin retrasos. Spoiler, casi nunca ocurre.
La buena noticia es que llegar tarde no siempre es sinónimo de desinterés o de mala educación. Muchas veces, quienes se identifican como tidsoptimistas realmente creen que van a cumplir con los horarios, pero su percepción del tiempo les juega en contra. No es mala intención, es mala gestión del reloj mental.
El término ha ido ganando terreno en redes sociales. Especialmente entre la Generación Z, que lo ha adoptado como etiqueta. Esta palabra nos hace sentir que no estamos solos en el caos diario.
La próxima vez que llegues tarde a una cita, en vez de inventar excusas sobre el tráfico o el metro, puedes decir: «Perdona, soy un tidsoptimista». Puede que se enfaden igualmente contigo, pero al menos tienes un respaldo científico.
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