
Lo que en décadas pasadas era una forma natural de interactuar, hoy genera ansiedad, incomodidad y, en algunos casos, auténtico bloqueo emocional. El uso de los dispositivos móviles y la consolidación de las redes sociales han transformado profundamente la forma en que nos relacionamos. Las nuevas generaciones, criadas en un entorno dominado por la comunicación escrita, inmediata y muchas veces editable, muestran cada vez más rechazo hacia las interacciones tradicionales. Preferir no decir nada antes que arriesgarse a ‘hacerlo mal’ durante una llamada es una conducta cada vez más común.
Jorge Ramiro Pérez Suárez, profesor Titular en Criminología Aplicada a Espacios Digitales de la Universidad Europea, explica que este fenómeno es un reflejo del profundo impacto que los espacios digitales tienen en la conducta intergeneracional. «Han cambiado los códigos, signos, lenguajes y modelos de comportamiento, especialmente en los más jóvenes: Millennials, Generación Z, etc.», afirma.
Este tipo de interacción rápida y fragmentada ha reducido la exposición a situaciones donde es necesario improvisar o comunicarse en tiempo real, como ocurre en una llamada telefónica. La consecuencia es una generación culturalmente forjada por plataformas digitales, con nuevas formas de entender el mundo, y también nuevos miedos.
Según el experto, la telefobia no se limita a las llamadas, también afecta a interacciones cotidianas que requieren exposición directa, como pedir en una tienda o hacer una consulta presencial. El temor al juicio, al rechazo o a no saber gestionar la situación sin filtros se convierte en una barrera real para muchas personas.
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