papel higiénico

El truco para ahorrar en papel higiénico y cuidar el medioambiente

Lo publicó una madre australiana en un grupo de Facebook

Ana Más

El papel higiénico es uno de los productos de higiene imprescindibles en nuestro a día a día, pero su derroche supone un problema para el medioambiente, por lo que es conveniente usarlo de manera responsable. Para ayudarte a hacerlo hay algunos trucos que pueden servirte. Te los contamos.

Y es que muchas veces cogemos más papel del que necesitamos. Uno de los trucos más conocidos para evitarlo es el ideado por una madre australiana que lo publicó en el grupo de Facebook Mums who budget & save, y consiste en aplastar el rollo antes de ponerlo. Con esto nos será más complicado girar el rollo y no utilizaremos más papel del necesario.

Pero no es el único. Otro empieza en el momento de la compra, y es que muchos hogares optan por comprar el papel higiénico de marca blanca y en grandes cantidades, ya que suele ser más económico y en algunos casos incluso lo sustituyen por toallas reutilizables que luego lavan.


Un poco de historia sobre el papel higiénico

Si tienes niños sabrás que para ellos es complicado eso de dosificar, por eso te recomendamos cortar pequeñas cantidades para que se vayan usando durante el día, explicándoles que deben utilizar un pliego cada vez.

Y terminemos con algo de historia hablando del origen de este producto que hoy nos resulta tan familiar. Su inventor fue el estadounidense Joseph Gayetty en 1857. Gayetty sufría de hemorroides y el papel de periódico que muchos empleaban para estos menesteres le causaba dolor. Esta fue la razón por la que él mismo creó algo a lo que llamó papel medicado Gayetty. Un papel de tacto suave que contenía una capa fina de medicamento que evitaba las incómodas rozaduras. Sin embargo, el invento no tuvo ningún éxito.

Fue en 1879 cuando el empresario británico Walter Alcock inventa en Londres el rollo de papel higiénico con hojas con puntos perforados que permitían ir arrancando cada porción de papel. Un invento que años más tarde perfeccionaron los neoyorquinos Edward y Clarence Scott.

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