El Reino Unido se ha visto sacudido en los últimos días por la revelación de un caso digno de novela histórica: un falso príncipe ha logrado infiltrarse en los círculos más exclusivos de la alta sociedad británica, llegando incluso a compartir actos con el propio Rey Carlos III.
El protagonista de esta historia es Markus Hansel, quien bajo el nombre de Donato, Príncipe de Hohenzollern, ha conseguido durante años mantener una identidad nobiliaria cuestionada, pero socialmente aceptada, gracias a su cercanía con miembros influyentes de la realeza europea.
Los tabloides británicos han hecho eco de esta historia que ha captado la atención del público. Donato no solo participó en eventos públicos junto al monarca británico, sino que también fue reconocido como patrono de honor en organizaciones en las que figuran el propio Carlos III y el Duque de Kent. Su historia comenzó a desmoronarse cuando Karl Friedrich, jefe de la Casa Real de Hohenzollern, desmintió cualquier vínculo familiar con él.
En declaraciones al tabloide ‘The Sun’, Karl Friedrich expresó su indignación por el uso indebido del apellido y el título familiar: “Donato y yo no compartimos sangre, él no forma parte de la familia real alemana”. El príncipe legítimo se mostró “frustrado y enfadado” por lo que considera una apropiación indebida de una identidad nobiliaria, y añadió que “no tiene ningún derecho a utilizar el título de Serenísima Alteza”.
La clave legal que permitió a Markus Hansel asumir esta identidad se remonta a 2003, cuando fue adoptado por Katharina Feodora, una princesa alemana sin descendencia biológica. Según han confirmado miembros de su entorno, esta adopción no fue fruto del afecto, sino de un acuerdo económico: Markus ofreció una generosa suma de dinero a Katharina, cuya situación económica era delicada. “Me ofreció tal cantidad de dinero que no pude decir que no”, habría reconocido ella a un familiar.
Desde entonces, Donato ha vivido como un auténtico príncipe, defendiendo que su adopción le confiere legítimamente el derecho al título. Aunque esta adopción no viola ninguna ley, en Alemania los títulos nobiliarios carecen de reconocimiento legal desde la abolición de la monarquía, lo que convierte su uso en una cuestión meramente social o simbólica.
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