
El primero de ellos es que suelen ser personas con mucha sensibilidad hacia los demás, ya que el hecho de dejar que un animal ocupe un lugar tan íntimo y personal como la cama es indicador de tener una disposición natural a empatizar, cuidad y compartir, que se refleja en las relaciones personales.
También suelen ser personas generosas, ya que ceder este espacio en nuestra cama es, sin duda, un gesto de generosidad. Y aquellos que lo hacen suelen compartir tiempo y recursos con amigos y familia sin esperar nada a cambio.
Según la psicología, también son tranquilos y equilibrados, algo que puede venirles de la sensación de paz que puede dar el ronroneo y la respiración de los animales. Además, suelen valorar mucho los vínculos afectivos con su entorno, algo que refuerza el contacto físico con el animal durante la noche.
Los dueños de mascotas que duermen con ellas, además, toleran bastante bien los ruidos o movimientos inesperados, ya que están acostumbrados a los de sus perros y gatos. Esto, a su vez, suele ir unido a una actitud flexible ante la imperfección. Este tipo de personas suelen ser más auténticas y abiertas, en general.
Por último, el hecho sentirse cómodos con la cercanía emocional y física de sus mascotas hace que se fortalezcan las habilidades para leer las señales no verbales y los estados de ánimo, además de la habilidad para conectar más y mejor con el resto.
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