No pasa nada por perder de vez en cuando el apetito sexual, somos seres humanos y solemos cansarnos cada cierto tiempo al realizar tantas actividades durante el día o la semana. Esto aumenta en verano, cuando estamos todo el día haciendo cosas, ya sea por nuestra cuenta, con la pareja o en familia.
El cuerpo queda abatido en la cama por la noche y mucho más la mente, por lo que uno no tiene ganas ni de tener un momento íntimo con la pareja. Aunque a veces se generan así los problemas en la relación, ya que la otra persona cree que ocurre algo malo entre ellos, cuando no es así.
La falta de ganas de estar eróticamente con la persona que uno ama se da tanto en hombres como en mujeres, va acompañado de formas de pensar o actuar que nos colocan en posición donde se suele dar una actitud negativa frente a la vida, decir «no» a todo.
El problema se consolida cuando se da un rechazo casi automático a cualquier propuesta de intimidad, lo que nos lleva a vivir bajo un nubarrón perjudicial, dónde se instala el hábito del “no” como norma para cada situación.
Hay personas con iniciativa para probar, para meterse en el modelo del “voy a probar”, pero a veces aprendemos o nos instalamos en el “no me gusta” como respuesta para cualquier novedad, aunque no se sepa de qué va.
El deseo es algo que requiere aprendizaje, a entender cómo funciona, que no es un botón de encendido o apagado. Dado que el verano es una buena época para estar fuera de casa, se puede utilizar la excusa de ir a la playa, piscina e incluso dar un paseo para generar esa pasión entre ambos que acabe en la cama disfrutando.
Se deben buscar métodos durante el día para que vuelva a aparecer ese apetito que se ha perdido por la falta de tiempo. Cada ser humano tendrá que tener su rato de paz y tranquilidad para él mismo o compartirlo con la pareja.
A veces es una cuestión de dar permiso para dejarse llevar, por diferentes momentos de intimidad, donde se piensen qué cosas apetecen más, cuales no y otras que se puedan probar.
