Desde Granada, este hombre por fin reconoce la que le organizó a unos compañeros que no paraban de molestar por las noches. Para poner en contexto, más les valía dormirse temprano porque al día siguiente les tocaba caminar durante 25 kilómetros.
Y como no paraban de hacer ruido, esperó a que se durmieran para juntar las cremalleras de sus tiendas de campaña e impedirles salir a la mañana siguiente. Después esperó para abrirles -bastante tiempo después- y nunca les dijo que había sido el culpable.
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