¿Recuerdas que no debes chupar las cabezas de las gambas y langostinos? Pues hacer caldos, tampoco

Entraña un grave peligro por culpa del cadmio que contienen

Nuria Serena

Fue hace algo más de un año cuando el Ministerio de Sanidad alertó del peligro que suponía para nuestra salud chupar las cabezas de gambas y langostinos.

Exprimir en la boca los jugos internos de las cabezas de estos mariscos entrañaba un grave peligro por culpa del cadmio que contienen.

El cadmio es una sustancia tóxica que acumulada en el organismo puede provocar disfunciones renales e, incluso, cáncer.


Por este motivo, si es peligroso chupar directamente estos jugos, no lo es menos, ingerir un caldo que contenga este cadmio destilado tras la cocción. Aunque es cierto que la concentración en este caso es menor.

 

¿Sabías que…

El cadmio es un elemento químico cuyo nº atómico es el 48 y que está ubicado en el grupo 12 de la tabla periódica. El símbolo que posee es Cd. Es un metal pesado, blando y de color blanco azulado. Es uno de los metales más tóxicos. Es habitual encontrarlo en minas de zinc y se utiliza para la fabricación de pilas.

 

Una alerta de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN)

 

El organismo recomienda reducir el consumo de las cabezas de gambas y langostinos (y el interior del caparazón de los crustáceos) debido al cadmio. Y por ende, utilizarlos para hacer caldo de pescado de forma habitual.

Es cierto que un buen fumet se elabora con los restos de pescados y mariscos, pero si se puede evitar cocer cabezas de estos mariscos, será mucho mejor para nuestra salud.

 

Un estudio de la Comisión Europea lo avala

 

Una investigación realizada por la Comisión Europea en 1010 subrayó la alta concentración de cadmio detectada en el interior de los caparazones de los crustáceos. En este estudio, se apuntaba a que de media, el contenido de cadmio en esta carne era de 8 miligramos por kilo, frente a los 0,08 encontrados en la carne blanca

 

¿De dónde procede el cadmio?

 

El cadmio es un residuo procedente de las actividades mineras. La Tierra absorbe este material, que acaba siendo alimento de los animales y en consecuencia, de los humanos.

El cadmio, una vez ingerido, tiende a acumularse en nuestro hígado y riñones, para después provocar desmineralización de los huesos y disfunción renal, antesalas de posibles procesos cancerígenos.

Es algo muy parecido a lo que ocurre con el mercurio en muchos pescados azules y cuyo consumo también está regulado.

 

 

 

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