En medio de lo que está siendo la recta final de su gira, El abrazo, Rozalén ha ofrecido hasta dos paradas en la capital gracias al Festival Noches del Botánico. Un espectáculo muy emotivo de principio a fin con el que supo poner las emociones a flor de piel, bien fuera para celebrar la vida, honrar la muerte o la propia infancia.
Todo comenzaba con una breve explicación de todo lo que plasma para la cantante este simbólico abrazo: «Es la muestra de cariño por excelencia; sencilla pero imprescindible. Al abrazar, tu cuerpo segrega hormonas del placer, del amor y de la felicidad. Abrazamos la alegría y la nostalgia. Abrazamos al ausente para ser más conscientes del aquí y el ahora«, explicaba una sutil voz en off antes del concierto.
Una breve explicación teórica que rápidamente era pasada a la práctica con las primera canciones. Cabe recordar que tan solo era hace unos días cuando la cantante recibía el Premio de la Acdemia de la Música como «Artista del Año«. Un reconocimiento que aún se encuentra asimilando: «Yo sé que me tengo que mirar muchas cosas, que la autoestima me la tengo que mirar. Pero sí, también eso tenemos que celebrarlo, que los compañeros me han dicho que valgo«.
Asimismo, y poco después, los aplausos del público rápidamente eran convertidos en un canto unísono de feliz cumpleaños tras ser conscientes de que tan solo faltan dos días para el 39º cumpleaños de la artista.
Menos mal que avisó que se venían curvas en esta viaje emocional en el que nos sumergía. La línea emotiva de la artista nos llevó de un extremo a otro al celebrar la infancia con temas como La cara más amable del mundo o Entonces, pasa dar un giro de 180º al conmemorar la muerte, concretamente la de su padre Cristóbal, con Todo lo que amaste, interpretación con la que no pudo evitar emocionarse.
Una noche mágica en la que los invitados no pudieron faltar. La primera sorpresa de la noche venía de la mano de Pedro Pastor Guerra, quien aprovechaba para rendirse a los pies de la cantante: «Es probablemente la compañera más generosa que tenemos los cantautores en este país«, confesaba para, más tarde, dar pie a su interpretación conjunta en Los Olvidados. Una sorpresa que seguidamente era continuada por El Kanka con el que recitaba su tema conjunto más emblemático, Volar.
Con las sorpresas desveladas y una vez pasada la parte más sentimental de la noche, Rozalén nos ponía a bailar con algunos de sus mayores temazos. Así fue con canciones como con Es Albacete, con la que incluso convertía su concierto en una instrucción de jotas. Un baile que tampoco pudo faltar en Tres días en Cartagena o El paso del tiempo.
Asimismo, en este viaje emocional, no faltaron algunos de sus temas estrellas como Girasoles o Puerta Violeta. Con esta última, para la cantante ya es habitual bajarse al pie de escenario y hacer un recorrido entre el público, con el que transmitir, aún más, esta letra tan reivindicadora. Una interpretación que en un momento dado hizo de la mano de una pequeña asistente al concierto; siendo el ejemplo del gran legado que cada una de sus composiciones consigue plasmar.
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Este concierto, así como su gira, no podría haber sido posible sin su aplaudida banda y sin su necesario equipo técnico, a quien señaló como unas verdaderas Hadas mágicas. Una noche para el recuerdo que, tal y como ella misma dejó saber, no se volverá a repetir jamás.
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