
Durante las Navidades, la organización y planificación de comidas, decoraciones o actividades es algo muy habitual. Los adultos suelen encargarse de esta gestión para que todo salga a la perfección en estas fechas. Pero, ¿Qué ocurre si incluimos a nuestros hijos en estos preparativos? Según la psicología, esto podría tener importantes beneficios para el desarrollo de los más pequeños.
En un artículo para El País, la profesora titular y coordinadora de la Unidad de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona, Marta Portero explica que la Navidad incrementa la motivación de los niños: «Los rituales familiares y la repetición de tradiciones cada año actúan como señales que mantienen viva la ilusión».
Portero añade que los niños comienzan a tomar conciencia de la repetición y la previsibilidad propias de estas fechas: «Saber qué sucederá reduce el estrés y aumenta la sensación de control». Además, la participación en los preparativos fortalece habilidades como la planificación, la toma de decisiones y el autocontrol.
Por otro lado, la psiquiatra infantil y de la adolescencia Abigail Huertas señala que los preparativos navideños pueden ayudar a que los niños desarrollen mayor paciencia en la era de la inmediatez: «Hoy los niños viven rodeados de rapidez. Cuando algo tarda, aparece frustración o impaciencia».
Por ejemplo, mantener la calma cuando un plato aún no se ha servido porque los invitados de la cena no han llegado es un gesto que fomenta la tranquilidad y el saber esperar: «Es fundamental mantener la calma. Nuestros hijos leen nuestras emociones para regular las suyas. Si observan que podemos manejar la espera, ellos también pueden aprender a hacerlo», expone Huertas.
Asimismo, la experta considera que actividades como decorar el árbol, envolver regalos o esperar para comer la última chocolatina del calendario de adviento son otras de las experiencias navideñas que contribuyen al aprendizaje y al desarrollo emocional de los pequeños.
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