Cada vez más expertos lo confirman, y es que el ritmo acelerado, la ansiedad y las preocupaciones no solo nos desgastan emocionalmente. También se manifiestan en el cuerpo con señales que muchas veces pasamos por alto. Una de las más comunes es el bruxismo, ese gesto de apretar o rechinar los dientes.
Aunque solemos asociarlo con dolor de mandíbula o desgaste dental, lo cierto es que sus efectos van mucho más allá. Puede alterar la postura, provocar contracturas en el cuello y la espalda, generar dolores de cabeza y afectar a la calidad del sueño.
Y lo más curioso es que muchas personas no son conscientes de que lo padecen hasta que su cuerpo empieza a quejarse. De hecho, un estudio estadounidense publicado en The National Center for Biotechnology Information revela que aproximadamente el 30% de la población joven presenta algún síntoma relacionado la articulación temporomandibular.

El bruxismo se retroalimenta con el estrés. Cuanta más tensión acumulamos, más apretamos; y cuanto más apretamos, peor descansamos y más cansancio sentimos durante el día. Una espiral difícil de romper si no se interviene a tiempo.
Además, fisioterapeutas y odontólogos coinciden en que este hábito puede condicionar la postura corporal. Mantener la mandíbula rígida activa músculos de cuello y hombros, generando compensaciones que terminan en dolores generalizados.
La buena noticia es que no todo pasa por férulas dentales. Hay rutinas sencillas que pueden marcar la diferencia:
Detectar a tiempo estas señales y buscar ayuda profesional si los síntomas persisten es clave para cortar el círculo del estrés y el bruxismo.
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