Ser pesimista no es tan malo

Redacción Cadena Dial

¡Tienes que sonreír! ¡Hay que verlo todo de color de rosa! ¡Luminoso! Desde hace unos años no hacemos más que ver estos mensajes en todas partes. ¡Es el tsunami del optimismo y la felicidad total! Parece que estamos obligados a estar contentos siempre, y lo que es peor, a ser siempre felices.

Sería lo ideal, por supuesto, pero no es algo que se elija. A veces toca estar triste, porque es una emoción tan natural y necesaria como la alegría. En ocasiones toca ver las cosas un poco grises, ser pesimista. Algo que para más de uno no es una cuestión de elección, sino de naturaleza. ¿Lo pasan peor por ello? No necesariamente. El pesimismo también tiene su faceta positiva, por paradójico que parezca. Eso sí, tiene que ser un pesimismo inteligente.


¿Está sobrevalorado el optimismo?

La pregunta casi parece un tabú. No vamos a valorar si el optimismo se está pasando de la raya, aunque parece que empieza a haber cierto hartazgo y cachondeo con esa invasión de tazas con mensajitos superchachis que te dicen que eres lo mejor de esta galaxia y parte del extranjero. Esas libretas que te animan a ser tu mejor versión, aunque sea lunes. Esos pósteres motivacionales que te dicen que si no te va bien es porque no quieres.

A ver, tranquilos todos ya. El optimismo es bueno, sí. Pero el pesimismo también tiene su sitio y es igualmente respetable. Hay un optimismo negativo, que te paraliza y te convierte en un pelele, del mismo modo que hay un pesimismo útil que sirve para que progreses. De este último queremos hablarte.

El pesimismo que te sirve de algo

Ver el vaso siempre medio vacío puede ser aburrido. Y lo peor es que también puede ser de un fatalismo inútil. Los pesimistas que ven la tragedia en todas partes y no encuentran mejor reacción que encogerse de hombros no van por buen camino. Porque sí, en la vida pasan cosas chungas, pero no siempre.

Aquí se trata de que el pesimismo nos sirva, nos haga mejorar. Se trata de poder ver el vaso medio vacío, pero darse cuenta de una cosa transparente: que eso significa que todavía tenemos medio vaso por llenar. Es decir, que todavía hay sitio para la esperanza, para la mejora y el crecimiento.

Este llamado «pesimismo defensivo» es el que dice lo anterior y además nos da empuje y fuerza para levantarnos y gritar: «¡Quietos todos! Yo llenaré el vaso». Es el pesimismo que te impulsa a tomar las riendas de la vida. Porque ahí afuera hay muchas cosas malas y feas, pero resignándonos no vamos a arreglarlas. Y, de verdad te lo decimos, merece la pena hacerlo. Es más, merece la pena que lo hagas tú y no otro.

Porque tomando las riendas de tus preocupaciones, de tu visión negativa de la vida, crecerás y podrás experimentar, resolver, crecer y disfrutar de cierta mejora. Si llenas el vaso tendrás más agua para beber. Entonces sí que será verdad eso que te dice la taza del desayuno de que eres lo mejor y que partes la pana.

El pesimismo defensivo funciona porque a nadie le gusta estar en el lado gris de la vida. Esa ansiedad, esa molestia, hace que algunos pesimistas se activen para resolver los desafíos que se les presentan. Es una manera de eliminar las dificultades y conseguir el bienestar, alejar esa ansiedad.

Vamos, que no hay mejor motivación para cambiar las cosas que ver el lado oscuro. ¿Qué te parece?

 

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